martes, 3 de noviembre de 2015

No vuelvo a dar dulces en Halloween (o el bien que se hace con el mal se paga)

Durante varios años viviendo solo en mi fraccionamiento evité dar dulces, así que los días de Halloween no prendía las luces de la casa y trataba de recluirme desde temprano en la recamara y ver la televisión o leer a media luz.

No era sólo por no gastar que no daba dulces, no quería estar sólo haciendo esa actividad. Así que cuando en nuestro primer año de matrimonio mi esposa me sugirió dar dulces acepté de inmediato.

De haber sabido lo que iba a pasar no lo habría hecho. Pero como en todo matrimonio uno trata de disfrutar las actividades con su pareja compramos una cantidad importante de dulces y conseguimos disfraces para la ocasión.

El fraccionamiento en que vivo, es al parecer, uno de los mejores lugares para pedir dulces de mi ciudad. Desde que oscurece se llena un terreno baldío aledaño de automóviles de visitantes de otras colonias que llevan a sus niños a pedir dulces ahí.

Así es de que desde que empezó a oscurecer estabamos listos con la decoración, que consistía en luz tenebrosa, efectos de sonido de casa embrujada gracias a youtube, telarañas (naturales y ficticias) y hasta un muñeco monstruo que armamos para la ocasión. Eso sin contar que estabamos perfectamente disfrazados mi esposa de Zombie y un servidor del malo de Scream.

Disfrutamos bastante repartiendo dulces sobre todo con los niños pequeños que iban bien disfrazados. Aún y cuando mi disfraz fue exitoso en provocar el miedo de niños pequeños y señoras traté de no ser grosero y asustar de más.

Empecé a notar diferencias entre los que iban a pedir: Algunos, que creo que eran del mismo fraccionamiento llegaban en camioneta y bajaban a sus niños y amablemente pedían dulces, otros iban caminado, algunos niños eran muy educados y otros francamente groseros que al vernos nos confrontaban valentonamente y exigían dulces en vez de pedir.

No faltaron adolescentes y jóvenes bastante grandes que pedían dulces sin la compañía de ningún niño. Incluso hubo algunos que iban con ropa normal y al ser cuestionados por mi esposa sobre la falta del disfraz contestaron que eran "Los Jonas Brothers".

La gran cantidad de visitantes hizo que los dulces sólo nos duraran unas horas y al repartirlos todos le dije a mi esposa que lo mejor era meternos a la casa, apagar las luces y comprar más dulces para el siguiente año.

A la mañana siguiente notamos con desagrado que nuestra casa había sido víctima de "huevazos" . Desconozco quien lo habrá hecho y supongo que fue porque cuando pasaron frente a ella notaron que tenía adornos de halloween pero no había ya nadie repartiendo dulces.

Es irónico que de la cuadra en que estamos  la mayoría no dio dulces y sólo a nosotros que si dimos dulces nos arrojaron huevos. No malinterpreten, no quiero que mis vecinos reciban huevazos, pero queda un mal sabor de boca al participar activamente en esta festividad y ver este resultado.

Obviamente le advertí a mi esposa que fue la primera y última vez que damos dulces ya que, como rezaba la antigua lectura de primaria "El bien que se hace con el mal se paga".

No fue gran cosa el cochinero que me hicieron, pero la actitud es la que me molesta. No tanto por mi, sino por ver la buena intención y la alegría de mi esposa adornando y preparando todo y su desilusión al ver la casa con huevazos.

Como mi otra alternativa para el siguiente año es después de dar los dulces permanecer en la terraza con mi rifle de municiones para repeler los ataques de huevazos creo que es más saludable y económico no dar ni un chicle.


2 comentarios:

  1. Jajajaja, no te aguites amigo, suele pasar, pero piensa en los muchos niños que hicieron felices, y como tu mismo dijiste, la alegría de tu esposa al preparar todo, y si le sumas q el próximo año tendrás un pequeño miembro más de la familia, vale la pena arriesgarte a los huevasos! Jajajajaja mi hijo menor tiene 6 años y disfruta mucho el decorar. Pedir y dar dulces

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  2. Aaa salibcomo desconocida, jajajajaja soy Danitza

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