Estoy tranquilamente paseando por una plaza comercial, de repente alguien se me acerca, me saluda, me dice que fue mi alumno, fue a mi oficina, o que fuimos juntos a la escuela. Recuerdo a la persona, no fuimos amigos, al menos no mucho, no me caía mal, pero no se como reaccionar ante tanta aparente felicidad al verme.
Sin salir de un estado mental de letargo y desconcierto saludo sin mucho afán. Me da miedo que se note, me pongo tenso. Me preguntan como me ha ido, digo que bien, porque eso es lo que se dice, después pregunto: ¿Y tú que tal? Me siento incómodo, no escucho bien la respuesta porque sólo pregunté para salir del paso.
De nuevo la cordialidad, amistad y hasta jovialidad de quien me saluda me hacen sentir inseguro ¿Qué querrá? Ya no se me ocurre que decir que sea convincente, no le hablaba cuando nos veíamos, ahora en este encuentro casual menos se me ocurre de que platicar. Espero que el momento pase y volver a mi ostracismo.
A veces me pasa esa situación con diversas personas, dependiendo del grado de distracción, de desconocimiento de la persona o de su actitud depende mi reacción uraña. Hay veces que diviso algún conocido, evito ser el que establezca el primer contacto, me saludaron bueno, a contestar, no me vio, mejor, no tengo que hacer esos convencionalismos sociales.
En automóvil es peor, soy muy distraído y casi toda mi vida he usado lentes. Algunas veces me han reclamado que me saludaron de carro a carro y no contesté. No lo recuerdo. Tal vez no los vi. En todo caso sería mejor saludar así, un pitazo o una agitada de manos de lejos.
Quiero aclarar que no odio a las personas. Al menos no a todas. Pero los saludos y primeros contactos me desconciertan. Más aún cuando veo que son meramente de trámite:
Buenos días.
Buenos días.
¿Que calor no?
Si y dicen que mañana va estar peor.
Ni modo, a aguantar.
¿Y cómo ha estado? ¿Bien?
Gracias a Dios. ¿Y usted? ¿Que tal la familia?
Bien todos, gracias por preguntar.
Bueno, hay que seguirle.
Andele, cuidese, nos vemos.
Ese tipo de platicas me desconciertan totalmente. Aún no logro entender su significado. Son frases echas que se van acomodando con tal de cumplir con el requisito del contacto humano.
Supongo que es necesario, pero no soy bueno en ello.
No se cuando cambié. Mis padres dicen que fui un niño muy risueño y amistoso. Tal vez fue en la edad de la vergüenza. Cuando uno deja ser niño bebé y empieza a sentir vergüenza de todo.
Es curioso que habiendo estudiado una ciencia social, haber sido reportero y tener más de 15 años en el servicio público, además de ser maestro, aún no pueda superar del todo este aspecto de mi vida.
Tengo la extraña sensación que si puliera mis habilidades sociales tendría más oportunidades en casi todos los campos de mi vida, para empezar, el tener más amigos, mejores oportunidades de trabajo, etc.
Siempre lo pienso y no se por donde empezar, me da tanta flojera eso de ser social.
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