Era mi primera vez bajando la Rumorosa por el lado gringo en bicicleta. Pero fue por las viejas vías del ferrocarril en bicicleta de montaña. La primera vez que salía con un grupo de ciclistas en mi edad adulta.
Me dijeron que sería fácil, que por el camino cabía un carro, que todo era de bajada. Les faltó decirme que cabía un carro pero de ferrocarril sobre las vías, pero para una bicicleta era el angosto espacio entre la punta de los durmientes y los barrancos. Y la bajada no eran tan bajada, ya que debía de pedalear.
Para rematar José Mentirillas, quien nos invitó a ese paseo, llegando a las faldas de la Rumorosa perdió la ruta y sin decirnos que estaba perdido nos llevó por un lecho seco de Río, que no tenía agua pero si mucha arena.
Cuando por fin pude subirme al pavimento para llegar a Ocotillo, iba ya muy cansado y hasta atrás del grupo. Fue entonces cuando muy a lo lejos vi que uno de mis compañeros ciclistas venía de regreso para saber como estaba.
Lo ví a lo lejos, apenas un punto que se hacía cada vez un poco más grande. Con mucho cansancio, pero con pena fue ahí cuando me di cuenta que iba a 15 km/h en pavimento plano. Me sentí avergonzado que mis nuevos compañeros ciclistas vieran mi velocidad y decidí acelerar. Mandé la orden a mis piernas, pero ellas no obedecieron. Lo supe porque volví a ver el velocímetro y seguía diciendo 15 km/h.
También fue la primera vez que usé un velocímetro en bicicleta. De niño en bici de un cambio, fixie dirán ahora los hipsters, darle "recio" significaba girar lo más rápido que pudieras a los pedales, pues con una relación solo podías hacer un sprint y sentir esa "gran" velocidad que alcanzabas.
Al empezar a salir con grupos ciclistas empecé a usar velocímetro para poder mantener una velocidad, ya que conforme me voy cansando tiendo a bajar la velocidad poco a poco. Además si vas haciendo equipo con otros ciclistas es bueno mantener una velocidad constante en vez de ir haciendo acelerones y bajadas de velocidad.
Durante un tiempo me acostumbré a pensar que yendo en bicicleta de montaña una velocidad constante de 25 km/h era lo adecuado para mi y de 28 a 30 km/h en de ruta. Pero eso fue un arma de doble filo. Por un lado el pensar así me hacía siempre mantener esos ritmos, pero por el otro, me era muy difícil aumentarlo. Si veía que iba a 26 o 27 kms/h en la bici de montaña solía pensar que si seguía así me iba a tronar y le bajaba un poco.
Primero compré velocímetros alámbricos de venta en cualquier walmart, los cuales funcionan muy bien. Luego tuve del mismo estilo pero inalámbricos, hasta que hace poco tuve un reloj con gps que me iba marcando también la velocidad.
Y entonces ocurrió la tragedia. Mi reloj con GPS dejó de funcionar y ahora ando en bici sin saber si voy rápido o despacio. Bueno, en realidad tengo una ligera idea, pero no tengo la certeza precisa que me daban los medidores de cuarzo de los velocímetros y el GPS.
Es una extraña sensación. Se que me voy esforzando, que voy a buen ritmo, buena velocidad ¿Pero a cuál? Tendré que ponerle solución a esa incertidumbre.
Sólo que no se si le pondré solución con un velocímetro de 20 dólares de walmart o con un reloj con GPS de 250 dls.
lunes, 8 de agosto de 2016
miércoles, 3 de agosto de 2016
Antes el poder adquisitivo permitía encender automóviles.
Ya le habían revisado que hubiera chispa, compresión y mezcla, pero el pequeño auto importado deportivo no encendía. El compadre Juan lo había comprado a buen precio precisamente porque no podían echarlo andar, pero habían pasado los días y no funcionaba.
Juan tenía conocimientos de mecánica, en el amplio terreno de su casa tenía la herramienta necesaria que usaba para arreglar sus otros carros, el carro de la dependencia de su trabajo, los de sus familiares y amigos y alguno que otro por negocio.
Pero este carrito no cooperaba. Muchos amigos que iban a visitarlo para tomarse algunas cervezas, con ciertos conocimientos de mecánica le decían: ¿Juan ya revisaste esto? ¡Desde cuando! ¿Te fijate en aquello? ¡Fue lo primero que hice!
Molesto seguía, en las tardes cuando volvía del trabajo, tratando de prender su carrito mientras que los amigos pensaban cual podría ser la falla mientras bebían cerveza.
Después de varios días una tarde Juan les dijo a sus amigos que lo veían cerveza en mano. -¡Ahorita van a ver como prende el hijo de la chingada! Mientras lo observaban fue por un galón de gasolina.
Aunque algunos pensaron que la gasolina era para vertirle una poca al carburador Juan se la regó encima al pequeño automóvil y le prendió fuego y exclamó -¿Ven como si prendió el hijo de la chingada?
Una de las consecuencias económicas de ese coraje de Juan o más aplicable la frase en inglés de "It was the heat of the moment", además de la pérdida del vehículo fue la multa que le aplicaron los bomberos de la ciudad cuando fueron a apagar el carro que ahora si que estaba prendido.
La historia me la contó mi papá y es sobre un compadre de él, el cual yo conocí y fui amigo de su hijo en mi infancia, así que salvo ese incidente conocí varios aspectos de su vida y forma de ser.
Pero para cuando mi padre me contó la historia ya estábamos en pleno siglo XXI y eso pasó a finales de los años setenta del siglo pasado. Con mi visión del mundo de esta época me parece incomprensible que alguien por muy molesto que esté pueda prenderle fuego a un vehículo. No sólo por el daño ecológico, sino por la pérdida económica.
Al parecer en los años setenta y un poco antes había en la frontera de México un poder adquisitivo capaz de lograr que un empleado sindicalizado de la antigua administradora de las aguas nacionales pudiera mantener a su familia compuesta por su esposa, dos hijos, uno que otro gorrón, cahuamear seguido, tener casa con terreno amplio, automóvil y todavía darse el lujo de quemar otro por puro berrinche.
Eran tiempos mejores, dirán algunos. En aquellos tiempos el dinero si alcanzaba, dirán otros. La realidad es que el poder adquisitivo de los mexicanos se ha reducido de manera importante en las últimas décadas.
Aunque a lo estadounidenses también les ha afectado el sistema económico actual y los baby boomers tuvieron una posición económica más holgada que la generación actual que si bien tiene muchos bienes y servicios, su nivel de endeudamiento se ha elevado.
Los gringos ya no nos venden carros baratos como en los sesentas y setentas. Ahora todo lo venden a buen precio por ebay o en vivo y los autos fronterizos son caros y puro "salvaje" (savage).
En aquellos años de la postguerra y hasta los años setenta si le decías a tus padres que te ibas a casar te regalaban la casa y la boda. Ahora si bien te va te dan la bendición y se alegran porque eres una boca menos en casa.
Gran parte del problema es que el deterioro de nuestro poder adquisitivo se ha dado de forma tan gradual y paulatina que no nos hemos dado cuenta. Nos pasa como a la rana que estaba en una olla en una estufa y le fueron subiendo la temperatura tan lentamente que nunca saltó y fue hervida.
Aunque tenemos años con cifras macroeconómicas buenas o aceptables no hemos logrado que estas se traduzcan en un mejor bienestar para le gente común.
Y volviendo al tema del automóvil de Juan. No sé como no pudieron prenderlo si en aquel tiempo los carros eran de puntos y carburador.
Juan tenía conocimientos de mecánica, en el amplio terreno de su casa tenía la herramienta necesaria que usaba para arreglar sus otros carros, el carro de la dependencia de su trabajo, los de sus familiares y amigos y alguno que otro por negocio.
Pero este carrito no cooperaba. Muchos amigos que iban a visitarlo para tomarse algunas cervezas, con ciertos conocimientos de mecánica le decían: ¿Juan ya revisaste esto? ¡Desde cuando! ¿Te fijate en aquello? ¡Fue lo primero que hice!
Molesto seguía, en las tardes cuando volvía del trabajo, tratando de prender su carrito mientras que los amigos pensaban cual podría ser la falla mientras bebían cerveza.
Después de varios días una tarde Juan les dijo a sus amigos que lo veían cerveza en mano. -¡Ahorita van a ver como prende el hijo de la chingada! Mientras lo observaban fue por un galón de gasolina.
Aunque algunos pensaron que la gasolina era para vertirle una poca al carburador Juan se la regó encima al pequeño automóvil y le prendió fuego y exclamó -¿Ven como si prendió el hijo de la chingada?
Una de las consecuencias económicas de ese coraje de Juan o más aplicable la frase en inglés de "It was the heat of the moment", además de la pérdida del vehículo fue la multa que le aplicaron los bomberos de la ciudad cuando fueron a apagar el carro que ahora si que estaba prendido.
La historia me la contó mi papá y es sobre un compadre de él, el cual yo conocí y fui amigo de su hijo en mi infancia, así que salvo ese incidente conocí varios aspectos de su vida y forma de ser.
Pero para cuando mi padre me contó la historia ya estábamos en pleno siglo XXI y eso pasó a finales de los años setenta del siglo pasado. Con mi visión del mundo de esta época me parece incomprensible que alguien por muy molesto que esté pueda prenderle fuego a un vehículo. No sólo por el daño ecológico, sino por la pérdida económica.
Al parecer en los años setenta y un poco antes había en la frontera de México un poder adquisitivo capaz de lograr que un empleado sindicalizado de la antigua administradora de las aguas nacionales pudiera mantener a su familia compuesta por su esposa, dos hijos, uno que otro gorrón, cahuamear seguido, tener casa con terreno amplio, automóvil y todavía darse el lujo de quemar otro por puro berrinche.
Eran tiempos mejores, dirán algunos. En aquellos tiempos el dinero si alcanzaba, dirán otros. La realidad es que el poder adquisitivo de los mexicanos se ha reducido de manera importante en las últimas décadas.
Aunque a lo estadounidenses también les ha afectado el sistema económico actual y los baby boomers tuvieron una posición económica más holgada que la generación actual que si bien tiene muchos bienes y servicios, su nivel de endeudamiento se ha elevado.
Los gringos ya no nos venden carros baratos como en los sesentas y setentas. Ahora todo lo venden a buen precio por ebay o en vivo y los autos fronterizos son caros y puro "salvaje" (savage).
En aquellos años de la postguerra y hasta los años setenta si le decías a tus padres que te ibas a casar te regalaban la casa y la boda. Ahora si bien te va te dan la bendición y se alegran porque eres una boca menos en casa.
Gran parte del problema es que el deterioro de nuestro poder adquisitivo se ha dado de forma tan gradual y paulatina que no nos hemos dado cuenta. Nos pasa como a la rana que estaba en una olla en una estufa y le fueron subiendo la temperatura tan lentamente que nunca saltó y fue hervida.
Aunque tenemos años con cifras macroeconómicas buenas o aceptables no hemos logrado que estas se traduzcan en un mejor bienestar para le gente común.
Y volviendo al tema del automóvil de Juan. No sé como no pudieron prenderlo si en aquel tiempo los carros eran de puntos y carburador.
lunes, 1 de agosto de 2016
Ladies y Lords ya estaban aquí,sólo han sido expuestos.
En mi primera semana de preparatoria unas muchachas de quinto semestre de la misma escuela de carro a carro nos aventaron vasitos con tierra a mi compañero Fraijo y a mi, pero en aquellos lejanos años noventa nadie las llamó Lady vasitos de tierra. De hecho, nunca contamos el incidente en la escuela por temor a la "carrilla". Porque antes tampoco existía el "bullyng".
En México los casos de prepotencia por parte de aquellos que sienten que son superiores a los demás por belleza, dinero de sus padres, raza o asociación política o delictuosa siempre han existido. Lo que no existía era el internet, las redes sociales y el uso masivo de teléfonos móviles inteligentes.
La gente común ha encontrado en ellos una manera de hacer denuncia pública de los abusos que se cometen contra ellos o quienes están alrededor. Es una pequeña venganza del desvalido frente al prepotente.
Por desgracia las autoridades no van a la par. Mientras que un vídeo con un Lord o Lady que comete una tropelía, falta o delito, se esparce de manera viral, la autoridad competente reacciona con tortuguismo. Al fin y al cabo la justicia es burocrática y tiene sus tiempos legales.
Aunque se han presentado casos en los que los Lords y Ladies han sido denunciadas simplemente por un mal comportamiento, otros han sido señalados por delitos punibles, tal es el caso de los tristemente celebres Porkys de Veracruz.
En ese caso en particular pienso que de no haber sido por el linchamiento en redes sociales y medios de comunicación el caso habría tenido mayor impunidad.
El gran hermano que nos vigila, la profecía que se nos hizo sobre el Estado poderoso que nos vigilaba a cada instante a través de medios electrónicos se ha vuelto realidad, pero también un gran número de hermanos menores tienen sus pequeños ojos por todas partes y una vez que captan algo que saben será del interés de la mayoría silenciosa lo suben a la memoria colectiva que son las redes sociales.
He leído que la inteligencia de las masas es menor que la de los individuos y creo que es cierto, muchas veces el pensamiento colectivo está manipulado por la mayoría, es decir, el que muchos piensen de una manera obliga a que pocos se adapten y adopten esas ideas por temor a disentir.
Pero en este caso la manada de borregos que podemos ser puede ser una buena herramienta contra los abusos de unos cuantos lobos, coyotes o cerdos que nos atacan.
Tal vez el linchamiento social sea un castigo excesivo para quienes cometieron una falta pequeña como mojar a escolares pasando rápido por los charcos como Lady Charcos, pero se queda corto con quienes cometen delitos como los Porkys, Lord Bentley y Lord Audi.
Hay quienes pese a ser por un motivo que debería llenarlos de vergüenza han aprovechado para disfrutar sus cinco minutos de fama, como fue el caso de Lady 100 pesos.
En lo personal prefería cuando los vídeos que veíamos en redes sociales eran de comicidad involuntaria como el del "Fuaaa", "me amarraron como puerco" y "on tan mis pinchis envases".
Espero que la justicia se adecue a los tiempos y pueda tomar medidas ante este tipo de denuncias, para que los castigos a quienes los merezcan vayan más allá de las burlas y los apodos por internet.
En México los casos de prepotencia por parte de aquellos que sienten que son superiores a los demás por belleza, dinero de sus padres, raza o asociación política o delictuosa siempre han existido. Lo que no existía era el internet, las redes sociales y el uso masivo de teléfonos móviles inteligentes.
La gente común ha encontrado en ellos una manera de hacer denuncia pública de los abusos que se cometen contra ellos o quienes están alrededor. Es una pequeña venganza del desvalido frente al prepotente.
Por desgracia las autoridades no van a la par. Mientras que un vídeo con un Lord o Lady que comete una tropelía, falta o delito, se esparce de manera viral, la autoridad competente reacciona con tortuguismo. Al fin y al cabo la justicia es burocrática y tiene sus tiempos legales.
Aunque se han presentado casos en los que los Lords y Ladies han sido denunciadas simplemente por un mal comportamiento, otros han sido señalados por delitos punibles, tal es el caso de los tristemente celebres Porkys de Veracruz.
En ese caso en particular pienso que de no haber sido por el linchamiento en redes sociales y medios de comunicación el caso habría tenido mayor impunidad.
El gran hermano que nos vigila, la profecía que se nos hizo sobre el Estado poderoso que nos vigilaba a cada instante a través de medios electrónicos se ha vuelto realidad, pero también un gran número de hermanos menores tienen sus pequeños ojos por todas partes y una vez que captan algo que saben será del interés de la mayoría silenciosa lo suben a la memoria colectiva que son las redes sociales.
He leído que la inteligencia de las masas es menor que la de los individuos y creo que es cierto, muchas veces el pensamiento colectivo está manipulado por la mayoría, es decir, el que muchos piensen de una manera obliga a que pocos se adapten y adopten esas ideas por temor a disentir.
Pero en este caso la manada de borregos que podemos ser puede ser una buena herramienta contra los abusos de unos cuantos lobos, coyotes o cerdos que nos atacan.
Tal vez el linchamiento social sea un castigo excesivo para quienes cometieron una falta pequeña como mojar a escolares pasando rápido por los charcos como Lady Charcos, pero se queda corto con quienes cometen delitos como los Porkys, Lord Bentley y Lord Audi.
Hay quienes pese a ser por un motivo que debería llenarlos de vergüenza han aprovechado para disfrutar sus cinco minutos de fama, como fue el caso de Lady 100 pesos.
En lo personal prefería cuando los vídeos que veíamos en redes sociales eran de comicidad involuntaria como el del "Fuaaa", "me amarraron como puerco" y "on tan mis pinchis envases".
Espero que la justicia se adecue a los tiempos y pueda tomar medidas ante este tipo de denuncias, para que los castigos a quienes los merezcan vayan más allá de las burlas y los apodos por internet.
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