Querido hijo, solo te cargué un momento. Con tanto miedo y Tanto dolor que no pude verte bien.
Debo confesarte que si tu tío Dany no hubiera estado ahí apoyandome y aconsejamdome no te hubiera visto. Dany me hizo reflexionar que si no me hubiera despedido de ti nunca me lo hubiera perdonado.
Nunca me ha gustado ver a los muertos en los velorios. Desde que tu bisabuelo Anselmo murió cuando yo era niño odio a la gente que los ve con morbo.
Cuando vi a las enfermeras acercándome tu cuerpecito envuelto en tu mortaja azul sentí que todo se me derrumbaba y confieso, no pude contener el llanto.
Te descubrieron y yo estaba aterrorizado. Tenía miedo de verte deforme o lastimado. Fue un alivio y un gran dolor ver tu cuerpito bien formado. Ibas a ser un niño muy lindo.
Lloramos Dany y yo. Así no era como quería cargarte. Pero gracias a Dios tuve la oportunidad de hacerlo.
Tu mamá está bien. Todavía estamos en el hospital. Más tarde te daremos sepultura. Aunque desde ayer estás en el cielo, donde perteneces.
Quería ser un buen padre para ti. No se si en tú partida me porte como tu hubieras querido. Espero que en el instante que te vi no te haya decepcionado.
Lamento no haberte hablado más cuando estabas en la pancita de tu madre. Te confieso que a veces al estar ocupado me olvidaba de que venias en camino. Pero tenía una gran ilusión.
Amo muchísimo a tu mamá y la voy a cuidar. Aunque ella es más fuerte que yo.
Nunca te voy a olvidar Carlitos. Has sido mi más grande alegría y mi mayor pérdida.
Siempre te amaré.