No votaré en estas elecciones.
Por Juan Carlos Avitia.
Desde que soy mayor de edad creí en mi obligación de ir a votar en todas las elecciones y así lo hice. No siempre he votado por el mismo partido, pero casi siempre he terminado decepcionado de mi voto.
En esta ocasión, en este estado bipartidista (seamos honestos, los demás partidos son demasiado pequeños y sólo sobreviven aliandose con los principales), ninguno de los dos candidatos me convence. He oído más cosas malas de ellos que buenas y es más fácil creer las malas. De los alcaldes, uno malo por conocido y otro malo por conocer. ¿Diputados locales? ¿De donde salieron? ¿Cuándo los volveremos a ver? ¿Alguien sabe quien le toca en su distrito?
Las campañas son las mismas de cada tres años. El mismo modus operandi. Anuncios en radio, t.v., medios impresos y anuncios huecos. No hay propuestas en ellos y si escuchas el discurso, demagogia pura, lo que quieres oir. Más empleo, más bienestar, más seguridad, más de todo lo que quieres. Prometer no empobrece.
¿Existe algo más demagógico que los slogans gemelos de: “Conmigo la gente manda” y “Trabajo para ti”? ¿En realidad podremos ordenarle una vez en el poder? ¿Manda la gente como individuo o la mayoría silenciosa amorfa que se puede entender como lo que le convenga al gobernante? ¿Si trabaja para mi, por qué no me da su salario? ¿Una vez que gane puedo ir a su oficina y ordenarle lo que yo quiera?
Guerra sucia. La guerra es guerra, los sucios son los políticos. Lo malo de la guerra sucia para los políticos es que se descubren tal como son unos a otros. Si la mitad de lo que se dicen unos de otros es cierto, no conviene votar por ellos. Si es mentira, tampoco, serían unos mentirosos que son capaces de dañar a las personas por obtener sus objetivos.
Pero aún así me dirá mucha gente, tienes que ejercer tu derecho. Es más. Tienes que cumplir tu obligación como ciudadano, tantos años de lucha por la democracia para que no votes. Pues bien señores, esta no es la democracia que queríamos.
En México, se dice, vivimos una partidocracia. Los partidos políticos dominan la política nacional. SI quieres participar en política, tienes que afiliarte a alguno de ellos. No se permite que una persona pueda decir yo quiero, vaya, se registre y pueda ser electo. Antes tiene que ser priista, panista, perredista, verde o afiliado a cualquier partido registrado.
Aunque no se me ocurre por quien podría votar como candidato ciudadano, que tenga los méritos suficientes, el solo hecho de que no lo permitan me parece deleznable. Cualquiera que así lo desee debería tener el derecho de votar y ser votado sin tener que pasar por los partidos.
Bueno, pueden decir, puedes ir y votar blanco o anular tu voto. Así puedes manifestar tu descontento. Suena interesante, parece una postura muy intelectual. El problema para mi es que lo contarán como votos nulos. Juntándose mi voto de protesta con los de los tontos que no supieron como votar y señalaron más de un candidato o de los que fueron a poner un chistorete o una grosería en la boleta electoral.
Los organismos electorales insisten. ¡Vota! Es tu obligación. Que buenos guardianes de la democracia. Pero mi sospechosismo me hace pensar. ¿No será que ellos también sacan provecho de esto? El que vaya a votar los valida como árbitros electorales. Como un mal necesario de la democracia. Por lo cual necesitan dinero, cada vez más dinero, para mantener un sistema democrático costoso en donde sus funcionarios son otra elite malcriada de servidores públicos, si así puede llamarseles, tal como a los diputados.
Y para finalizar, aunque se que por un lado está el sentimiento de no votaste no te quejes, está otro amargo sabor de boca de voté por ellos y mira lo que hacen.
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