El 4 de julio fronterizo.
¿Vas a celebrar el 4 de julio? Preguntó alguien y se me subió la indignación a la cabeza. ¡No soy gringo, soy mexicano! ¿Por qué habría de celebrar el nacimiento de un país que no es el mío?
Cumplió un año más de vida un país que es el más odiado del mundo. Ni Corea del Norte, Irán o Israel generan más sentimientos negativos o por lo menos encontrados alrededor del orbe. El sentimiento anti Estados Unidos es casi generalizado y muchas veces justificado entre los países incluso sus socios comerciales y estratégicos.
Nació independizándose de su mayor aliado militar, el Imperio Británico. Sentó sus bases eliminando naciones nativas, robó territorios a México, compró territorios presionando a ingleses, franceses, españoles y mexicanos. Asoló Latinoamérica durante la era del Gran Garrote bajo el lema de “América para los americanos” (que siempre sentimos que su visión era para los norteamericanos). Intervenciones directas, golpes de Estado, fueron la constante. El solo mencionar el canal de Panamá, Los Niños Héroes, Cuba, Grenada, Nicaragua, El Salvador y la deuda externa, nos hace tener un ataque de indignación antinorteamericana.
Nuestro sistema educativo, o al menos el que me tocó a mi y a mis padres, era extremadamente nacionalista con héroes por lo general mártires y con un villano muy malvado y recurrente: Estados Unidos. Ese germen anti Estados Unidos se desarrolla rápidamente en la frontera desde el momento que la cruzas. Es más, hasta antes de cruzarla, al ver la línea que ahora en muchas partes es barda, con su mensaje implícito: No los queremos acá.
El mal trato o por lo menos poquísima amabilidad de la mayoría de los agentes fronterizos y uno que otro episodio de racismo leve o extremo sufrido en carne propia o en la de un pariente, familiar o amigo hacen que eso aumente.
La permeabilidad que ha vivido la cultura latina en los últimos años no borra aún el sabernos diferentes.
Sin embargo, en el fondo, sabemos que necesitamos de Estados Unidos y hasta nos gusta.
No solo porque a nivel país, macroeconomicamente, Estados Unidos es nuestro principal socio comercial y así debe serlo por la situación natural de compartir una muy extensa frontera. Bien lo dijo Porfirio Díaz, pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. Pero en vez de compadecernos debemos aprovecharlo.
Al igual que la mayoría de los bajacalifornianos, una parte de mi familia está en otros estados de México y otro gran número de parientes, familiares y amigos vive en Estados Unidos. Con gusto y envidia cuando venían de visita veíamos sus carros más nuevos que los nuestros, la cartera llena de dólares y uno que otro regalito para niños, abuelas, etc. Son momentos de encuentro y gozo, pero esa aparente buena vida y riqueza que les vemos es producto de arduo trabajo que día a día llevan a cabo mexicanos que han encontrado en Estados Unidos una nueva vida. Muy dura pero que a algunos les da recompensa.
Más aún. Muchas de nuestras familias fueron o son sostenidas por algún padre o madre de familia que todos los días va y viene a trabajar a Estados Unidos. Algunos cruzan diario, otros cada semana y los menos afortunados se alejan por tiempos más largos para dar sustento a su familia.
La lejanía con el resto de México, estamos en la esquina más lejana de la capital y un gran desierto se interpone, el abastecimiento de productos de todo tipo hace que crucemos a comprar “el mandado”. O al menos parte de él, lo que nos sale más barato.
El aumento de la gasolina en los últimos años ha evitado la fuga de mexicanos de la frontera a cargar sus vehículos en Estados Unidos, pero la verdad es que desde que desde antes que Baja California estuviera constituido como el Estado 29, comprabamos la gasolina al otro lado de la frontera.
Culturalmente también tenemos mucha influencia. Qué adulto actual no creció viendo las caricaturas de los canales americanos. Más que barrera verlas en inglés nos orilló a aprender algo del idioma anglosajón. Después, los que teníamos suerte, vivíamos con la ilusión y la promesa de ir a Disneyland, Magic Mountain, Knotts Berry Farm, Sea World o el San Diego Zoo. Al ver a nuestros primos del resto de México informabamos con orgullo que ya conocíamos todos esos lugares paradisíacos para los niños.
Otro fenómeno cultural fronterizo es la gran cantidad de mexicanos que estudian o estudiaron en escuelas públicas de Estados Unidos, la mayoría solo a nivel elemental. Afortunadamente muchos hispanos ya están estudiando a niveles superiores en aquel país.
Es un viejo comentario el decir que de Estados Unidos nos gustan los dólares y las gringas. No sé si es verdad, depende de cada quien, a mi siempre me han gustado ambas cosas. Pero también me gustan las hamburguesas, hotdogs, sus parques de diversiones, películas y muchos otros aspectos de su vida. Pero sobre todo amo a mi país y sus costumbres.
No pretendo sugerir que amamos a Estados Unidos, pero sí que gracias al esfuerzo de nosotros los mexicanos que vivimos en la frontera hemos logrado obtener beneficios económicos y culturales de el vecino del norte y espero que los que lograron su ciudadanía sigan abriéndose paso allá sin olvidar sus raíces y a sus familiares.
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