jueves, 11 de julio de 2013

Consejos de Don Quijote de la Mancha para el nuevo gobernante.

Consejos de Don Quijote de la Mancha para el nuevo gobernante.

En un capítulo El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, en toda su sabiduría resguardada en su locura, aconseja a su fiel escudero Sancho Panza quien por azares del destino es elegido para gobernar una ínsula. Los consejos que da Don Quijote hace casi 500 años bien podríamos darle al Gobernador Electo de Baja California.

La novela de El Quijote no es sólo la historia de un viejo loco acompañado por su escudero. Tiene aspectos filosóficos, de crítica social y sienta las bases de nuestro idioma y refleja nuestra cultura hispana. Con refranes y pasajes que son aplicables hoy en día y al leerlos nos hace pensar que lo dijeron nuestros abuelos.

Sancho Panza no es de la misma madera que Don Quijote. No está loco y no lo guía un estricto código de honor caballeresco. Sancho es simple, rústico e ignorante labriego que es convencido a lanzarse a la aventura con la promesa de recompensas materiales y la posibilidad de gobernar “aunque sea una ínsula”.

Sancho no es malo. Pero su simpleza y pobreza lo hacen tener necesidades muy inmediatas. La pobreza de su ocupación de labriego, su esposa Teresa Panza y tener que casar a su hija Sanchica lo hacen tener como prioridad lo material y no los honores que busca Don Quijote.

La novela es una gran crítica de Miguel de Cervantes a la España que vivió: el fin de los Quijotes y el inicio de los Sanchos Panza. Lamentablemente en México en la actualidad los caballeros quijotescos son muy extraños y abundan los Sanchos (esto incluso sin contar a los Sanchos de alcoba).

Todos nuestros políticos nos dicen que son Quijotes, que tienen un sueño, que se guían por un estricto código de honor, son caballeros andantes de reluciente armadura. La realidad es otra, Son Sanchos Panza. Buscan su ganancia, quieren ganar bien, gobernar su ínsula, comer bien, que les rindan honores y vivir una buena vida.

Sin duda no queremos viejos locos de gobernantes, suponiendo que no los tengamos ya. Pero por lo menos que se guíen con cierto nivel de honor de un caballero andante y que tengan sueños quijotescos que lleven a la realidad.

Aconseja el Quijote primeramente: Has de temer a Dios. Sin caer en discusiones teológicas en estos tiempos ya nadie tiene temor a Dios, dirían las abuelas y con razón. La pérdida de una moral religiosa y la falta de una moral laica nos ha hecho una sociedad que puede hacer cualquier cosa sin castigo en este u otro mundo. Esto es particularmente aplicable a los políticos.

Segundo, sugiere Don Quijote a Sancho que no se olvide de quien es, que se conozca a sí mismo y “Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey”. Es decir, el conocerte evita que se te suban los humos y pienses que el nuevo cargo te hace un ser superior a los demás.

Haz gala, de la humildad de tu linaje, preciate de ser humilde virtuoso, que pecador soberbio. Los cargos populares deberían de tener como requisito obligatorio la humildad. Pese a que son elegidos por el pueblo, muchos funcionarios se vuelven soberbios y solo en contadas ocasiones hacen eventos para darse baños de pueblo.

Suena quijotesco, pero también recomienda que Sancho, quien será gobernante de una ínsula, tome el camino de la virtud y haga hechos virtuosos. Que trate bien a los parientes, pero no menciona que se les den puestos de trabajo ni que se pongan negocios y propiedades a su nombre.

Le aconseja a Sancho que sepa descubrir la verdad entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e inoportunidades del pobre. ¿Cuántos empresarios se acercan al nuevo gobernante con grandes proyectos y dádivas y cuantos grupos de “pobres se acercan llorando por una una dádiva?

Obviamente le aconseja que sea justo, pero le advierte que si acaso dobla la vara de la justicia, que sea por misericordia y no por una dádiva.Y al que castigare con hechos no trate mal con palabras. Osea no hay que agregar el insulto al agravio.

miércoles, 10 de julio de 2013

El 4 de julio fronterizo.

El 4 de julio fronterizo.

¿Vas a celebrar el 4 de julio? Preguntó alguien y se me subió la indignación a la cabeza. ¡No soy gringo, soy mexicano! ¿Por qué habría de celebrar el nacimiento de un país que no es el mío?

Cumplió un año más de vida un país que es el más odiado del mundo. Ni Corea del Norte, Irán o Israel generan más sentimientos negativos o por lo menos encontrados alrededor del orbe. El sentimiento anti Estados Unidos es casi generalizado y muchas veces justificado entre los países incluso sus socios comerciales y estratégicos.

Nació independizándose de su mayor aliado militar, el Imperio Británico. Sentó sus bases eliminando naciones nativas, robó territorios a México, compró territorios presionando a ingleses, franceses, españoles y mexicanos. Asoló Latinoamérica durante la era del Gran Garrote bajo el lema de “América para los americanos” (que siempre sentimos que su visión era para los norteamericanos). Intervenciones directas, golpes de Estado, fueron la constante. El solo mencionar el canal de Panamá, Los Niños Héroes, Cuba, Grenada, Nicaragua, El Salvador y la deuda externa, nos hace tener un ataque de indignación antinorteamericana.

Nuestro sistema educativo, o al menos el que me tocó a mi y a mis padres, era extremadamente nacionalista con héroes por lo general mártires y con un villano muy malvado y recurrente: Estados Unidos. Ese germen anti Estados Unidos se desarrolla rápidamente en la frontera desde el momento que la cruzas. Es más, hasta antes de cruzarla, al ver la línea que ahora en muchas partes es barda, con su mensaje implícito: No los queremos acá.

El mal trato o por lo menos poquísima amabilidad de la mayoría de los agentes fronterizos y uno que otro episodio de racismo leve o extremo sufrido en carne propia o en la de un pariente, familiar o amigo hacen que eso aumente.

La permeabilidad que ha vivido la cultura latina en los últimos años no borra aún el sabernos diferentes.

Sin embargo, en el fondo, sabemos que necesitamos de Estados Unidos y hasta nos gusta.

No solo porque a nivel país, macroeconomicamente, Estados Unidos es nuestro principal socio comercial y así debe serlo por la situación natural de compartir una muy extensa frontera. Bien lo dijo Porfirio Díaz, pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. Pero en vez de compadecernos debemos aprovecharlo.

Al igual que la mayoría de los bajacalifornianos, una parte de mi familia está en otros estados de México y otro gran número de parientes, familiares y amigos vive en Estados Unidos. Con gusto y envidia cuando venían de visita veíamos sus carros más nuevos que los nuestros, la cartera llena de dólares y uno que otro regalito para niños, abuelas, etc. Son momentos de encuentro y gozo, pero esa aparente buena vida y riqueza que les vemos es producto de arduo trabajo que día a día llevan a cabo mexicanos que han encontrado en Estados Unidos una nueva vida. Muy dura pero que a algunos les da recompensa.

Más aún. Muchas de nuestras familias fueron o son sostenidas por algún padre o madre de familia que todos los días va y viene a trabajar a Estados Unidos. Algunos cruzan diario, otros cada semana y los menos afortunados se alejan por tiempos más largos para dar sustento a su familia.

La lejanía con el resto de México, estamos en la esquina más lejana de la capital y un gran desierto se interpone, el abastecimiento de productos de todo tipo hace que crucemos a comprar “el mandado”. O al menos parte de él, lo que nos sale más barato.

El aumento de la gasolina en los últimos años ha evitado la fuga de mexicanos de la frontera a cargar sus vehículos en Estados Unidos, pero la verdad es que desde que desde antes que Baja California estuviera constituido como el Estado 29, comprabamos la gasolina al otro lado de la frontera.

Culturalmente también tenemos mucha influencia. Qué adulto actual no creció viendo las caricaturas de los canales americanos. Más que barrera verlas en inglés nos orilló a aprender algo del idioma anglosajón. Después, los que teníamos suerte, vivíamos con la ilusión y la promesa de ir a Disneyland, Magic Mountain, Knotts Berry Farm, Sea World o el San Diego Zoo. Al ver a nuestros primos del resto de México informabamos con orgullo que ya conocíamos todos esos lugares paradisíacos para los niños.

Otro fenómeno cultural fronterizo es la gran cantidad de mexicanos que estudian o estudiaron en escuelas públicas de Estados Unidos, la mayoría solo a nivel elemental. Afortunadamente muchos hispanos ya están estudiando a niveles superiores en aquel país.

Es un viejo comentario el decir que de Estados Unidos nos gustan los dólares y las gringas. No sé si es verdad, depende de cada quien, a mi siempre me han gustado ambas cosas. Pero también me gustan las hamburguesas, hotdogs, sus parques de diversiones, películas y muchos otros aspectos de su vida. Pero sobre todo amo a mi país y sus costumbres.

No pretendo sugerir que amamos a Estados Unidos, pero sí  que gracias al esfuerzo de nosotros los mexicanos que vivimos en la frontera hemos logrado obtener beneficios económicos y culturales de el vecino del norte y espero que los que lograron su ciudadanía sigan abriéndose paso allá sin olvidar sus raíces y a sus familiares.

No votaré en estas elecciones.

No votaré en estas elecciones.

Por Juan Carlos Avitia.

Desde que soy mayor de edad creí en mi obligación de ir a votar en todas las elecciones y así lo hice. No siempre he votado por el mismo partido, pero casi siempre he terminado decepcionado de mi voto.

En esta ocasión, en este estado bipartidista (seamos honestos, los demás partidos son demasiado pequeños y sólo sobreviven aliandose con los principales), ninguno de los dos candidatos me convence. He oído más cosas malas de ellos que buenas y es más fácil creer las malas. De los alcaldes, uno malo por conocido y otro malo por conocer. ¿Diputados locales? ¿De donde salieron? ¿Cuándo los volveremos a ver? ¿Alguien sabe quien le toca en su distrito?

Las campañas son las mismas de cada tres años. El mismo modus operandi. Anuncios en radio, t.v., medios impresos y anuncios huecos. No hay propuestas en ellos y si escuchas el discurso, demagogia pura, lo que quieres oir. Más empleo, más bienestar, más seguridad, más de todo lo que quieres. Prometer no empobrece.

¿Existe algo más demagógico que los slogans gemelos de: “Conmigo la gente manda” y “Trabajo para ti”? ¿En realidad podremos ordenarle una vez en el poder? ¿Manda la gente como individuo o la mayoría silenciosa amorfa que se puede entender como lo que le convenga al gobernante? ¿Si trabaja para mi, por qué no me da su salario? ¿Una vez que gane puedo ir a su oficina y ordenarle lo que yo quiera?

Guerra sucia. La guerra es guerra, los sucios son los políticos. Lo malo de la guerra sucia para los políticos es que se descubren tal como son unos a otros. Si la mitad de lo que se dicen unos de otros es cierto, no conviene votar por ellos. Si es mentira, tampoco, serían unos mentirosos que son capaces de dañar a las personas por obtener sus objetivos.

Pero aún así me dirá mucha gente, tienes que ejercer tu derecho. Es más. Tienes que cumplir tu obligación como ciudadano, tantos años de lucha por la democracia para que no votes. Pues bien señores, esta no es la democracia que queríamos.

En México, se dice, vivimos una partidocracia. Los partidos políticos dominan la política nacional. SI quieres participar en política, tienes que afiliarte a alguno de ellos. No se permite que una persona pueda decir yo quiero, vaya, se registre y pueda ser electo. Antes tiene que ser priista, panista, perredista, verde o afiliado a cualquier partido registrado.

Aunque no se me ocurre por quien podría votar como candidato ciudadano, que tenga los méritos suficientes, el solo hecho de que no lo permitan me parece deleznable. Cualquiera que así lo desee debería tener el derecho de votar y ser votado sin tener que pasar por los partidos.

Bueno, pueden decir, puedes ir y votar blanco o anular tu voto. Así puedes manifestar tu descontento. Suena interesante, parece una postura muy intelectual. El problema para mi es que lo contarán como votos nulos. Juntándose mi voto de protesta con los de los tontos que no supieron como votar y señalaron más de un candidato o de los que fueron a poner un chistorete o una grosería en la boleta electoral.

Los organismos electorales insisten. ¡Vota! Es tu obligación. Que buenos guardianes de la democracia. Pero mi sospechosismo me hace pensar. ¿No será que ellos también sacan provecho de esto? El que vaya a votar los valida como árbitros electorales. Como un mal necesario de la democracia. Por lo cual necesitan dinero, cada vez más dinero, para mantener  un sistema democrático costoso en donde sus funcionarios son otra elite malcriada de servidores públicos, si así puede llamarseles, tal como a los diputados.

Y para finalizar, aunque se que por un lado está el sentimiento de no votaste no te quejes, está otro amargo sabor de boca de voté por ellos y mira lo que hacen.